Residencias, viviendas y ciudades donde envejecer con salud

Artículo de Elisa Pozo y Esther Higueras, investigadores del departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la UPM.

07.05.20

El avance de la pandemia de COVID-19 ha hecho evidente la necesidad de transformar las ciudades en lugares más saludables.

Distintos países están poniendo en marcha medidas destinadas a promocionar la bicicleta y los desplazamientos a pie como medios de transporte seguros y saludables. Algunos están aprovechando esta crisis para lanzar planes de infraestructuras verdes en los entornos urbanos y reforzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030.

Existen estudios que relacionan la contaminación del aire con un mayor riesgo de contagios y parece que también está vinculada con la obesidad y la diabetes. Estas enfermedades están directamente relacionadas con los patrones de movilidad, consumo y estilos de vida de las ciudades actuales.

Personas mayores, las más vulnerables

Otro factor de especial relevancia es la vulnerabilidad de las personas mayores a la COVID-19. Desde el paradigma del envejecimiento activo y saludable, ya se había puesto en evidencia que vivir más años no es sinónimo de vivir con una buena calidad de vida.
Si observamos las estadísticas, podemos identificar la diferencia existente entre los países nórdicos y los países mediterráneos.

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Este indicador recoge varios condicionantes socioeconómicos, de salud, culturales y ambientales que afectan a la calidad de vida de las personas. El entorno urbano y la calidad del lugar de residencia es un factor muy relevante.

Una pregunta que habrá que plantearse para evaluar el impacto de la COVID-19 será los factores que han influido en relación con la alta mortalidad en residencias de personas mayores (más del 50 % de las muertes en Europa).

Desde el punto de vista del diseño urbano, el Ministerio de Salud, Consumo y Bienestar Social ha publicado recientemente una guía con tres líneas de acción estratégicas que pueden mejorar los entornos urbanos y su impacto positivo en la salud: ciudades para pasear, inclusión de la naturaleza y espacios verdes y espacios de convivencia (Fariña-Higueras-Román).

Existen muchos indicadores y factores que influyen en que un entorno urbano reúna estos parámetros y resulte saludable.

En el Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Madrid contamos con un grupo de trabajo sobre este tema para la formación de técnicos municipales en salud urbana en tres ciudades europeas (Alcorcón, Coimbra y Newcastle-upon-Tyne).

Los resultados del proyecto, que puede consultarse en este enlace, serán publicados a finales de este año.

Alternativas a las residencias

En el contexto actual también se está haciendo evidente la necesidad de transformar el modelo residencial para ofrecer diferentes alternativas al grupo heterogéneo que conforman las personas mayores. Abordar esta cuestión desde el punto de vista del urbanismo es crucial para definir una hoja de ruta coordinada entre los diferentes agentes y establecer una estrategia urbana inclusiva y sostenible.

En primer lugar, es necesario mencionar que una gran mayoría de personas mayores desean permanecer en su vivienda o en su barrio. Este dato es clave para poder establecer un marco propositivo para el modelo residencial.

En otros países existen numerosas alternativas más allá del cohousing: viviendas con servicios o programas intergeneracionales, son algunas de ellas.

Estas fórmulas permiten que las personas mayores permanezcan en su barrio de toda la vida, manteniendo sus relaciones sociales de proximidad: el vecindario y la familia. El tema está desarrollado con gran detalle en la tesis doctoral del arquitecto Heitor García Lantarón, donde ha estudiado el modelo de vivienda danés como paradigma para favorecer el envejecimiento activo.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta la necesidad de establecer unas recomendaciones a nivel de planificación urbana que regulen la localización, accesibilidad y diseño de las residencias y equipamientos públicos para mayores como los centros de día. Su diseño ha de ser evaluado desde un punto de vista multidisciplinar.

Con la situación de crisis de la COVID-19 se ha puesto en evidencia la necesidad de repensar en estos equipamientos, el modelo de atención en general, y de exigir unas medidas de control en la gestión. Es una oportunidad para pensar en espacios saludables y conectados con la comunidad.

Existen modelos residenciales muy interesantes en el extranjero (Reino Unido, Bélgica, Suecia, Holanda…) que tendrán que ser adaptados al clima, contexto, cultura, estilos de vida y formas de habitar mediterráneas.

Un diseño adecuado para garantizar la salud

Es preciso que las residencias de mayores y centros de día sean accesibles a pie o en transporte público y que estén perfectamente conectadas con el tejido del barrio, constituyendo lugares de encuentro intergeneracionales activos.

Un buen diseño, un programa mixto y la relación de los espacios interior-exterior tanto de las viviendas como de las residencias resultan de gran importancia para la salud. Deben garantizar la privacidad de las personas, pero permitir que puedan asomarse y participar de lo que pasa en la calle o tener vistas a parques y espacios verdes.

La tipología de las residencias y viviendas (compartidas o no) está relacionada con su forma de ser habitadas. Es importante que exista una propuesta consensuada entre cuidadores, expertos, diseñadores y, sobre todo, personas mayores. Es clave recoger sus deseos de cómo quieren vivir en los espacios y que el diseño responda a estas aspiraciones, teniendo como referencia el modelo de Atención Centrada en la Persona.

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Si el modelo residencial va a cambiar, será necesario igualmente revisar los barrios desde el punto de vista de la salud. Muchos de los barrios de las ciudades actuales carecen de un correcto planeamiento gerontológico. Algunas cuestiones cruciales son:

- La accesibilidad y proximidad de los espacios verdes
- La protección de la radiación de las zonas estanciales durante los meses de verano.
- El acceso a comercios y mercados de proximidad con productos frescos y saludables.
- Los cruces de peatones seguros y accesibles para todas las personas.
- La existencia de plazas y jardines que permitan sentarse y encontrarse con otras personas.

La guía Ciudades y comunidades amigables con las personas mayores de la OMS establece criterios de diseño para el espacio público que tienen que ver con muchos de estos parámetros.

En esta misma guía, así como en otras similares, se hace evidente la necesidad de contar con la participación de las personas mayores en la cmunidad y el diseño de los entornos urbanos. No solo beneficiaría a este grupo de la población, sino que supondría una mejor calidad de vida de toda la población.

Además, existen evidencias sobre la necesidad de incorporar parámetros de salud en el diseño de los espacios. El objetivo es asegurar una buena calidad del aire, el confort térmico, unos niveles de iluminación adecuados y adaptados al ciclo circadiano, incorporar naturaleza como elemento terapéutico y facilitar la accesibilidad para personas con problemas cognitivos.

Los seis principios de diseño para entornos urbanos y barrios para toda la vida publicados en Reino Unido incluyen los siguientes factores:

- La familiaridad de los entornos.
- La legibilidad de los espacios. Deben ser intuitivos y fáciles de entender para pasear en ellos.
- La singularidad y distinción de los espacios. En relación a elementos de referencia e hitos que ayuden a orientarse.
- La accesibilidad universal. Se debe asegurar que las personas pueden entrar y salir y desplazarse sin problemas, tanto en espacios interiores como en exteriores.
- El confort. Guarda relación con la ausencia de ruido, temperaturas adecuadas, comodidad de los lugares estanciales y belleza de los espacios.
- La seguridad. Integra varios parámetros relacionados con el riesgo de caídas, el diseño para entornos seguros frente al delito de oportunidad, los accidentes por atropellos o circulación de bicicletas en aceras y la propia percepción subjetiva de la persona respecto a su seguridad.

Desde la planificación urbana y el diseño arquitectónico es necesario revisar las estrategias de renovación y ordenanzas para que estos factores sean implementados de forma efectiva, más allá de las garantías básicas de eficiencia energética y accesibilidad en cuanto a movilidad, por ejemplo.

Existe la necesidad de crear equipos multidisciplinares donde el diseño responda a las necesidades funcionales de los edificios y los espacios pongan en valor la experiencia del usuario y su bienestar.

*Artículo publicado en The Conversation