Menos decisiones humanas y más tecnología para evitar accidentes de tráfico

¿Cómo puede la tecnología ayudarnos a mejorar la seguridad en las carreteras? ¿Pueden ayudar a reducir la siniestralidad incluso si hay factores psicológicos o sociales implicados? El profesor Luis Ignacio Hojas ofrece respuestas en este artículo.

11.03.2019

Por Luis Ignacio Hojas

La seguridad es una de las necesidades más profundas que tenemos las personas y, a la vez, somos el mayor factor de riesgo en la circulación vial. Resulta paradójico, pero los humanos parecemos desear a la vez la seguridad y el riesgo. En las jornadas y en las encuestas que hemos realizado (sobre todo a jóvenes) en el marco del Proyecto 1.000.000 km se repite una idea: conducir es igual a libertad.

Sin embargo, esta forma de conducir que para muchos es sinónimo de disfrutar y sentirse libre es también la principal causa de los siniestros que ocurren en las calles y carreteras. La Organización Mundial de la Salud considera la seguridad vial como uno de los problemas más graves de nuestro tiempo. Según sus datos, se registran unos 1.250.000 muertos y 30.000.000 heridos al año en todo el mundo. Solo en España, fallecieron 1.180 personas en el 2018.

Los seres humanos somos el factor más complejo en la fórmula de la seguridad. El nivel de riesgo que aceptamos varía mucho en función de cuestiones personales, la edad, el sexo y la cultura. Pero también influyen las campañas de publicidad de los fabricantes de vehículos. Muchos jóvenes asocian la conducción a lo que ven en películas como The fast and the furious y no a la siniestralidad que producen los accidentes de tráfico.

Las diez principales causas de muerte en personas de 15 a 29 años en el 2012 . OMS

Los siniestros se suelen relacionar con causas puntuales (velocidad, drogas, alcohol o uso del móvil), pero no se suelen tener en cuenta los factores psicológicos y sociológicos implicados. En este sentido, algunos ejemplos de situaciones en las que las personas somos las responsables de la siniestralidad son los siguientes:

  • Muchos creen que los conductores que respetan la distancia de seguridad son pasivos e inexpertos. Por eso consideran que el nivel de riesgo es bajo y conducen muy próximos al otro coche. Es interesante señalar que la distancia de circulación varía cuando el vehículo que está delante es más pesado que el nuestro porque, en ese caso, sí aumentamos la distancia de seguridad.
  • Otro problema muy habitual es la percepción de los conductores de motos de que tienen menos restricciones porque su vehículo es más ligero y más maniobrable y, por tanto, creen que las normas de circulación deben ser más flexibles. Desgraciadamente, los datos indican que el nivel de siniestralidad de las motos es más elevado que el de otros tipos de vehículos, pero muchos conductores de motocicletas cargan la responsabilidad sobre los coches o sobre las infraestructuras.
  • El estrés provocado por cortes de carreteras, calles y accesos a aeropuertos a causa de protestas de diferentes colectivos sociales. Este fenómeno se ha producido siempre, pero cada día son más frecuentes las interrupciones inesperadas de tráfico por este motivo que generan estrés en los conductores, pudiendo desencadenar agresividad. La respuesta emocional de los afectados puede consistir en intentar recuperar el tiempo perdido incumpliendo normas de circulación.
  • Un último punto son el reglamento de circulación y la señalización de las vías. El actual reglamento es complicado, muchas normas son desconocidas y los conductores acabamos muchas veces tomando el camino sencillo: imitar lo que hacen los demás.

Para disminuir la siniestralidad en las vías, los conductores humanos tendremos que ser más estrictos con el cumplimiento de las normas. Sin embargo, el aumento de la seguridad pasa también por desarrollar y utilizar sistemas electrónicos tanto en las infraestructuras como en los propios vehículos.
En cuanto a las primeras, es evidente que la mejora de las vías, el mantenimiento adecuado y, en general, una gestión óptima de las mismas disminuye de forma muy importante el número de siniestros y las consecuencias de los mismos.

Las tecnologías están favoreciendo la eficiencia y la seguridad de las infraestructuras. Algunos ejemplos son los controles de velocidad, los de paso de los semáforos en rojo y la adaptación de la señalización a las condiciones de la vía. En resumen, este proceso es imparable y a largo plazo las vías se irán adaptando a sistemas electrónicos de señalización y control.

El problema más grave hoy en día son las carreteras secundarias y, en el futuro, este problema se acrecentará debido a los costes del mantenimiento y la necesaria renovación de esas vías en el marco tecnológico que se avecina.

Vehículos más inteligentes y más seguros

Los vehículos actuales son los más seguros que se han diseñado a lo largo de la historia, y cada vez existen más elementos de seguridad pasiva y activa.

El diseño estructural de los coches ha incorporado un gran número de elementos que mejoran la seguridad del habitáculo y sistemas electrónicos de ayuda, los denominados ADAS o sistemas avanzados de asistencia a la conducción, que mejoran la seguridad activa de los vehículos. Estos permiten controlar distintos mecanismos, desde el agarre y tracción óptima de las ruedas hasta la optimización del uso del combustible en el motor.

Pero la verdadera revolución tecnológica en el sector del automóvil no tiene que ver con los elementos internos, sino con los nuevos sistemas de ayuda a los conductores. En este ámbito, hay tres tecnologías principales que facilitan la conducción y que ya están implantadas en vehículos de gama media-alta:

Los asistentes de mantenimiento de carril o sistemas LKAS (Lane Keeping Assist System), que se basan en el uso de cámaras para detectar si el vehículo se está saliendo del carril.

Los sistemas denominados de control de crucero adaptativo o ACC (de Adaptative Cruise Control), que sirven para mantener la distancia de seguridad en relación a los otros vehículos. Este dispositivo suele basarse en un radar que opera en una banda electromagnética no visible y funciona determinando constantemente la separación entre vehículos y calculando la distancia óptima para no sufrir colisiones en el caso de producirse una situación inesperada.

El sistema anterior, además, puede tener integrado otro elemento denominado sistema de reducción de impactos o CMBS (de Collision Mitigation Brake System). Su objetivo es controlar la velocidad en relación a la distancia de seguridad, de forma que cuando se produce un escenario de riesgo, automáticamente avisa al conductor y, en algunos modelos, frena el vehículo.

Los coches autónomos sí cumplen las normas

La mejora de la seguridad en los vehículos también está determinada por la automatización de la conducción, que viene definida por un esquema de 5 niveles. Los niveles de automatización 1 y 2 son los que se encuentran actualmente en el mercado en países como España. Hoy en día, los accidentes de coches equivocadamente llamados autónomos están en estos dos niveles.

Los automóviles de los niveles 3 y 4 están parcialmente automatizados, lo que significa que, en ciertas vías y bajo ciertas condiciones, pueden desplazarse de forma autónoma. El conductor sigue siendo imprescindible porque debe tomar el control del vehículo si hay algún problema.

El nivel 5 corresponde al verdadero coche autónomo, al que no necesita conductor. Ya hay algunos prototipos, pero el modelo que actualmente se encuentra más próximo a este nivel es el vehículo de la empresa Waymo (una filial de Alphabet, la compañía matriz de Google).

Vehículo autónomo Waymo. Waymo.com

Los coches autónomos no solo van a revolucionar el trabajo en las minas, en la logística, en el transporte de personas y en la eficiencia energética, sino también la seguridad: su gran ventaja es que siempre cumplen las normas.

En el futuro, las personas que queramos divertirnos conduciendo tendremos que ir a circuitos preparados para ello que minimicen los riesgos de sufrir un accidente y tengan los medios adecuados para ayudar a posibles heridos.

En el área de las tecnologías del medio ambiente (en el que yo trabajo), se está haciendo un importante esfuerzo para reducir los niveles de contaminación en el ámbito de la motorización, pero, por el contrario, el tema de la seguridad está siendo relegado y raramente aparece en los debates políticos.

Las tecnologías que aumentan la seguridad se van a implantar en los vehículos, tanto los elementos pasivos como los elementos activos, al igual que los sistemas de control en las carreteras y en las calles porque cada siniestro, cada muerto en la carretera, es un recordatorio de que todavía no estamos haciendo lo suficiente.

**Luis Ignacio Hojas Hojas es Profesor Titular. Área Tecnologías del Medio Ambiente de la ETSI Civil de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

*** Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation