El ejercicio físico, un salvoconducto hacia una vida mejor tras la enfermedad para los niños con cáncer

Un trabajo en el que participan investigadores de la UPM destaca los beneficios tanto físicos como psicológicos de la actividad física personalizada en los niños enfermos de cáncer.

23.05.2019

Su inocencia llena los pasillos de los hospitales y soportan tratamientos que son difíciles de sobrellevar incluso para los adultos. Los niños enfermos de cáncer son los súper héroes de la oncología y por ello, tanto médicos como familiares e investigadores no dejan de preguntarse qué puede hacerse para que su lucha contra la enfermedad sea más llevadera y para que su calidad de vida, una vez superada la enfermedad, sea lo más alta posible. Un estudio desarrollado por varias instituciones españolas, entre ellas la Universidad Politécnica de Madrid, ha investigado las ventajas que la práctica de ejercicio físico puede tener para estos menores, no solo a nivel psicológico, ya que les proporciona una vía de escape a su difícil día a día, sino también desde el punto de vista físico.

Los avances en los tratamientos contra el cáncer han hecho que el 80% de los menores a los que se les detecta la enfermedad consigan superarla. Sin embargo, la dureza de los tratamientos empleados, unida a los efectos que tiene a nivel físico la propia enfermedad, hace que los menores sufran un importante deterioro de su forma física.

“Una disminución de la capacidad respiratoria y mayor debilidad muscular, durante y después del tratamiento son algunos de los efectos secundarios más experimentados por los menores que han padecido un cáncer”, explica Alejandro San Juan, investigador del Departamento de Salud y Rendimiento Humano de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la UPM y uno de los coautores de este trabajo. “Muchas veces esto se traduce en una incapacidad para poder desarrollar actividades de la vida diaria que redundan en una importante disminución de su calidad de vida”, añade.

Aunque la propia enfermedad y sus tratamientos tienen mucho que ver en esta situación, los investigadores insisten en que la reducida actividad física que tradicionalmente desarrollan los pacientes oncológicos no ayuda a que nuestro cuerpo se recupere de los tratamientos.

Entrenamiento aeróbico y entrenamiento de fuerza durante la hospitalización

“Sabemos que favorecer la práctica de actividad física de diferente intensidad en los pacientes pediátricos con cáncer mejora sus niveles de intensidad cardiorrespiratoria, su fuerza muscular su bienestar y su movilidad”, explica San Juan. “Así que la pregunta que nos hicimos fue: “¿Y si esa actividad física se fomentase ya desde el mismo momento en que se produce su ingreso hospitalario?”, comenta.

De este modo, los investigadores diseñaron un programa de entrenamiento basado en ejercicio aeróbico más entrenamiento de fuerza que mejorase la forma física y la movilidad funcional en niños con tumores sólidos y que les permitiese identificar los factores que pudiesen influir en su respuesta individual, tanto a los tratamientos como a la enfermedad.

“Se aprovechó el periodo en que los menores tienen que permanecer ingresados para recibir la quimioterapia neoadyuvante, menos agresiva que la quimioterapia convencional,  para someter a los menores a pequeños programas de entrenamiento físico, siempre previa autorización médica”.

Tras la fase de estudio, los investigadores concluyeron que los menores que se habían sometido a la práctica de ejercicio experimentaban mejoras en sus niveles de fuerza y de resistencia cardiovascular, aunque con ciertas  variaciones. “La respuesta al ejercicio fue positiva para la mayor parte de los pacientes. Nuestros resultados demuestran que es necesario tomar conciencia de que la práctica de ejercicio durante la hospitalización es una herramienta terapéutica para los menores. Es necesario diseñar programas personalizados de entrenamiento que permitan mejorar los beneficios que obtienen los pacientes infantiles y adolescentes”, concluye el investigador de la UPM.

En el trabajo, que ha sido publicado en Frontiers in Pediatrics, han participado también investigadores del Servicio de Oncología del Hospital Niño Jesús, el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital 12 de Octubre, y las Universidades de Alcalá de Henares, Europea de Madrid y la Universidad Europea Miguel de Cervantes de Valladolid.