“La luz es la que nos ha hecho llegar a ser cómo somos”

Nuestro cerebro se ha estructurado en gran parte para poder reconocer el mundo exterior, que no es sino luz reflejada en los objetos que nos rodean, explica el profesor Martín Pereda, ingeniero, físico, dueño de una mirífica personalidad, humanista y pintor.

27.02.2017

Gran parte de la investigación y avances en el campo de la Fotónica en nuestro país se la debemos a José Antonio Martín Pereda. Introductor de este concepto en España y pionero en los estudios de biestabilidad óptica y fenómenos caóticos, también ha ayudado a entenderlos mejor. A él debemos la creación de la primera escuela española de Comunicaciones Ópticas en la que se han formado generaciones de investigadores y de ingenieros, a los que también abrió un puente de acceso al prestigioso IEEE.

Martín Pereda se licenció en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense en 1967. Ese mismo año recibió su título de ingeniero de Telecomunicación por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), en la que se doctoró cuatro años después.  Recién graduado, obtuvo una Beca Fullbright que le permitió ampliar su formación en  Colorado State University, USA.

Su vuelta a España en 1971 supuso también la vuelta a la UPM.. A esta institución ha dedicado gran parte de su vida. Primero como docente en su Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación; luego en la gestión, fue vicerrector de Investigación en la UPM de 1980 a 1985, o también en la experimentación científica desde su Departamento de Tecnología Fotónica, del que fue creador y director durante los años 1997 a 2002.

En su extenso e intenso currículum profesional se incluyen responsabilidades en la política nacional en los ámbitos de la I+D y las tecnologías, y en organizaciones nacionales e internacionales relacionadas con sus campos de trabajo. Autor de más de 100 artículos técnicos en revistas y congresos internacionales, con su empeño en difundir la ciencia ha dejado su firma en otros muchos divulgativos de política científica y en algunos libros como autor o coautor.

Académico constituyente de la Real de Ingeniería, José Antonio Martín Pereda ha recibido varios premios científicos que distinguen su dilatada trayectoria. Doctor honoris causa por la Universidad Politécnica de Cataluña, recientemente ha sido acreditado con igual reconocimiento por la Universidad Carlos III.

Científico brillante y excelente ejemplo del cumplimiento de la cadena humana de la ciencia, Martín Pereda también es admirable por su bonhomía y mirífica personalidad. De la mano de su padre aprendió a amar la pintura, un arte cuya práctica terminaría dejando por el peso del trabajo diario. Es el único “agujero” en su cabal biografía.

Pregunta.- “Luz para la ciencia”. Así es conocida por algunos la Fotónica. ¿Qué significa para usted la luz?

Respuesta.-  Aunque resulte un poco pedante, la luz es la que nos ha hecho llegar a ser cómo somos. Nuestros ojos se han desarrollado en función de la luz que nos llega. La mayor parte de la información que recibimos, y gracias a la cual nos relacionamos con el exterior, son imágenes que no son otra cosa que luz. Nuestro cerebro se ha estructurado en gran parte para poder reconocer el mundo exterior, que no es sino luz reflejada en los objetos que nos rodean. Y, finalmente, gracias a la luz, a las comunicaciones ópticas, llega a nuestra casa la posibilidad de estar en contacto con todo el mundo.

P.- Se le reconoce como el introductor del concepto de Fotónica en nuestro país. ¿Qué hay detrás de esta ciencia?

R.-  Algo muy sencillo: lo mismo que la Electrónica, pero en lugar de trabajar con electrones, manejar fotones para realizar infinidad de tareas de la vida diaria, desde cambiar el canal de la televisión con el mando a distancia hasta operarnos de unas incipientes cataratas o medir con precisión mínimos temblores sísmicos que puedan ocurrir en la Luna.  

P.- Se dice que el siglo XXI dependerá tanto de la Fotónica como el siglo XX dependió de la electrónica, ¿lo cree así?

R.-  El siglo XXI dependerá de las dos, de la Electrónica y de la Fotónica. Cada una tiene su propio terreno de actuación y también terrenos en los que ambas colaboran. La diferencia es que al ser la Fotónica más reciente, ha supuesto un peldaño nuevo en la escalera de la Tecnología que antes no se alcanzaba y que, gracias a él, se puedan realizar tareas que antes era imposible de llevar a cabo.

"Es seguro que muchos de los problemas que hoy nos preocupan 
tendrán respuestas basadas en tecnologías fotónicas"

P.- La Fotónica ha supuesto una revolución en nuestra vida por sus múltiples aplicaciones. Hoy está presente en casi todas las actividades diarias: electrónica de consumo, telecomunicaciones, defensa, ocio…¿Qué más queda por llegar?

R.-  La respuesta queda en la imaginación de los ingenieros tanto de los puramente fotónicos como de los que pueden usar la Fotónica. A dónde puede llegar es parte del reto que tienen todos los que ahora están en activo. Siempre que se presente un problema, habrá alguien que imagine una solución. Y en muchos casos, será solución fotónica. Es seguro que muchos de los problemas que hoy nos preocupan, la contaminación, la salud, los desastres naturales, el terrorismo, la educación, el hambre, … tendrán respuestas basadas en tecnologías fotónicas. Si no solución integral, si al menos parcial. ¿Cómo serán esas  respuestas? Imposible saberlo hoy. Aunque quizás alguien esté avanzándolas ya.  

P.- Las ciencias fotónicas dan soporte a las tecnologías médicas y son especialmente relevantes en el campo de la salud. Hace tiempo señaló que el siglo XXI “parece que será el siglo de las Ciencias de la Vida”, y que el principal reto será intentar profundizar en la comprensión del cerebro. ¿Cuál será la aportación de la Fotónica?

R.-  Una de las variantes de la Fotónica, la Neurofotónica, tiene entre sus objetivos el conocimiento de los mecanismos por los que se rige el comportamiento del cerebro. El ingente número de células que existen allí, con sus correspondientes interconexiones, hace imposible que podamos analizarle de forma detallada con los métodos tradicionales (TAC, PET, EEG,…. ) Con estos se pueden estudiar comportamientos globales pero llegar a conocer qué pasa en el interior de una célula cuando se relaciona con otra, cómo se generan las ideas, cómo se acumulan recuerdos, precisa métodos de análisis que sean de las dimensiones celulares. Y eso solo lo puede dar la radiación óptica. El camino es aun largo, pero seguro que verá un final.

P.- La Fotónica como ciencia autónoma es un campo de investigación “joven”, aunque ya ha superado el medio siglo de vida. ¿Qué le hizo orientar hacia ella su carrera investigadora?

R.-  Los azares de la vida. Cuando fui con una beca para hacer la tesis en Estados Unidos, en 1968, mi idea era estudiar aceleradores de partículas y lo que ahora se llama Física de Altas Energías. Por razones que no son del caso, aterricé en una universidad en la que aquello no era tema preferente y tras algunas dudas, cambié de rumbo y me dirigí al láser, que había nacido no mucho antes y estaba en plena ebullición. Creo que una de las cosas que me atrajo era la belleza de los haces láser en uso en aquel momento: el rojo del He-Ne y el verde del Ar. Eran colores puros que antes no había visto. Luego estaba también la posibilidad de la holografía. Y la de usar esta radiación para estudiar la materia con interacciones no lineales que antes eran imposible de conseguir. Las comunicaciones por fibra aún no habían nacido. No me arrepiento de mi elección. Creo funcionó bien.

"El problema en nuestro país,es el mismo que en otras áreas: 
que la Ciencia y la Tecnología apenas existen para los poderes públicos".

 

P.- Hemos leído que la Fotónica y la Óptica necesitan jóvenes investigadores. ¿Sigue siendo así? ¿A qué nivel está la investigación española en estos ámbitos?

R.-  La situación en nuestro país está en un momento esperanzador. Hay grupos que hacen cosas muy interesantes y que son competitivos con respecto a otros del extranjero. No están en los primeros puestos de una clasificación internacional, pero si en puestos dignos. La colaboración con centros de otros países ha animado el panorama y los jóvenes se siguen sintiendo atraídos por la Fotónica; pero las oportunidades de futuro que tienen por ahora no son muy abundantes. Con respecto a otros países, por el contrario, lo que indican las revistas técnicas del área  es lo opuesto.

El problema en nuestro país, en este entorno, es el mismo que en otras áreas: que la Ciencia y la Tecnología apenas existen para los poderes públicos. Escasamente se preocupan de su desarrollo y en los planes de futuro que presentan nunca se fijan en lo que ambas pueden proporcionar. Según leemos en la prensa, en otros sectores, como la Cultura en su múltiples acepciones, también pasa lo mismo. En fin, es similar a lo que podíamos decir hace bastantes años.

P.- Ingeniería y humanismo. ¿Para qué le hace falta a un ingeniero saber quién es Thomas Mann, tal y como se preguntaba usted en un artículo hace años?

R.- En el ejemplo que ha puesto, el de Thomas Mann, porque leerlo impone un ritmo que es muy semejante al de cualquier tarea de investigación. Obliga a un ritmo de lectura no precipitado y a ir asimilando cada página. Lo mismo que debe ser cualquier investigación. Ritmos precipitados y resultados sin meditar, no son la forma correcta de investigar. Leerlo enseña a ser paciente, no a ser acelerado como si se estuviera leyendo tuits. Igual podría decirse con Proust, o con Faulkner o con quien quiera poner como ejemplo, llámese Jardiel Poncela o Pio Baroja. Los mundos que nos presentan, no deben sernos ajenos.

Pero yendo a algo más general, al Humanismo en Ingeniería, creo que es algo necesario para todos. No estamos solos y nos es preciso conocer qué piensan nuestros semejantes de otros campos. Y de eso que piensan siempre saldrán ideas que refresquen las nuestras. Hace unos días me preguntaron algo equivalente sobre la pintura. Creo que conocer el Arte es vital para un ingeniero. Ver cómo cada estilo artístico, cada creador, se enfrenta al mundo, es una fuente inagotable de nuevas ideas. Las escuelas del siglo XX, por ejemplo, han sido un verdadero manantial de imágenes. En mucho de lo que ofrecían se encontraban formas y conceptos que la Física, la Química y la Biología han hallado años después.

"Un buen profesor no es nada si no reparte su saber
con las nuevas generaciones"

P.-  Tiene gran y directa experiencia en el desarrollo del sistema nacional de I+D en nuestro país.  Hace tiempo advertía que, aunque se cuente con buenos profesores, “no son nada si no están rodeados de estudiantes y doctorandos”. ¿Qué opina de la situación de los jóvenes investigadores españoles? ¿Y de su emigración a otros países?

R.-  Un buen profesor no es nada si no reparte su saber con las nuevas generaciones. Si no difunde, es como si estuviera en una habitación cerrada y allí pasase su vida. Además, aunque sea una terminología poco exquisita, le hace falta “mano de obra”. Exceptuando algunos investigadores que pueden trabajar solos, a todos les hace falta tener alguien al lado para que le ayude a medir o a observar un fenómeno. O simplemente para comentar lo que hace. Esos son los estudiantes y los doctorandos. Estos le ayudan y, al mismo tiempo, aprenden. Vocaciones para esto siempre han existido y existirán.

Pero también es importante que se vayan renovando. Un estudiante de doctorado no debe terminar su tesis y seguir en el mismo sitio. Debe ir a otro lado a continuar su carrera. Seguramente es importante que vaya a otro país y conozca otras formas de trabajar y de pensar. Y también lo es, quizás más, que luego vuelva aquí con lo nuevo que ha aprendido. Lógicamente, si no encuentra aquí dónde, se quedará donde lo encuentre y será alguien que se ha perdido para nuestro país. Y aquí vuelvo a lo que he dicho antes de que a los poderes públicos parece que esto tampoco les importa mucho. En fin, el tema daría para seguir hablando bastante más.

P.- Hace años que alerta de la carencia de ingenieros, científicos y técnicos en España,  el país europeo más necesitado de los mismos.  ¿Dónde está el motivo del progresivo descenso de las vocaciones tecnológicas entre los jóvenes? ¿Cuál es su visión sobre la situación?

R.- El problema no es solo en España. Es un sentir bastante recurrente en cualquier reunión que trate de estos temas, tanto en Europa como en Estados Unidos. Vocaciones tecnológicas existen, pero el número de estudiantes que luego van a las escuelas de ingeniería no es relativamente muy alto. Parece creen que la dificultad de los estudios no les compensa con lo que luego pueden obtener. Y siempre se sacan ejemplos de innovadores que, en su garaje y sin apenas estudios universitarios, crearon algunas de las empresas con más pujanza. Pero se olvidan de que en ellas trabajan cientos de ingenieros que ponen en práctica las ideas que el “visionario accidental” tuvo un día. Y también se olvidan de que los grandes innovadores lo son gracias a que previamente estudiaron tecnología en la Universidad y sabían qué podían mejorar o desarrollar o qué necesidad podían satisfacer. Eso solo se conoce tras haber estudiado. El típico inventor chiflado que sale de la nada solo es una leyenda urbana más.  

P.- El pasado año se cumplieron cien años de la muerte de José Echegaray. El aniversario ha motivado la publicación de su libro "Echegaray. Semblanza de un ingeniero y su época", en el que recuerda la personalidad de este ingeniero, científico, político, escritor y profesor.  También presenta su faceta como divulgador de la Ciencia y la Tecnología. ¿Es un reto que tenemos aún pendiente y que ayudaría a que los jóvenes se interesaran por ellas?

R.- Como comento en él, la divulgación en los países anglosajones ha sido una actividad en la que se han participado los científicos más brillantes de todas las ramas de la ciencia. Esta tradición viene del siglo XIX y se ha continuado en el XX. En verano había verdaderas “galas” por los pueblos ingleses en las que, científicos de prestigio, mostraban los últimos desarrollos de la Ciencia y la Tecnología. A Echegaray llegaron a compararle con Tyndall, uno de los más conocidos, diciendo que incluso era más didáctico que él. Durante su vida escribió, en la prensa diaria, cientos de artículos de divulgación sobre todo tipo de temas que iban, por ejemplo, desde lo que estaba haciendo Marconi, hasta los inicios de la radiactividad o porqué la bicicleta no se cae. Se publicaban en los diarios generalistas y eran leídos por gente de todo tipo. Esto, a partir de los años 20 del siglo pasado, casi desapareció de nuestra prensa. La divulgación se ha llegado a considerar como una tarea menor a la que un científico o un tecnólogo “serio” no debe dedicarse. Muchos lo han considerado casi como una pérdida de tiempo
Pero lo que creo, por el contrario, es que este tipo de actividad es la fórmula más efectiva, y más barata, para infundir vocaciones. También para algo más: para mostrar a la sociedad la importancia de la ciencia y la tecnología. Y si la sociedad cree en la Ciencia y la Tecnología, los poderes públicos que he mencionado antes tendrán también que creer en ellas.