Cuando falta el agua: cómo la ingeniería intenta resolver problemas en África

Mientras estudiaba ingeniería de Caminos en la UPM, Isabel Lorenzo viajó a Kenia para la toma de datos de su PFG: una presa que ayudara a mejorar la vida en el distrito de Turkana. Hoy, la ve terminada y llena de agua.

20.06.18

El viajero al que su deseo de conocer lleve hasta Kenia, en el maravilloso continente africano,  encontrará algunas de las zonas más bellas del planeta aunque también de las más desfavorecidas. Al noroeste del país está la provincia de Turkana, en la que se ubica el lago del mismo nombre.  

Con una extensión de 6.000 km2, su agua salobre impide el uso para el consumo humano y del ganado o para el cultivo. Por eso, el “mar de Jade”, como también es conocido, no cubre una necesidad tan básica como es el acceso de las personas al agua.  

Al norte de la provincia está el distrito de Turkana North. Es el hábitat de casi 180.000 personas que viven en esta zona de clima árido y altas temperaturas, irrigada por lluvias muy irregulares e impredecibles que, con una media de solo 5 días al año, aunque sea de forma torrencial, no evitan la sequedad del terreno.    

Es una zona deprimida, de acceso complicado, en la que es difícil encontrar agua, un “artículo raro”, “un recurso maravilloso” que “tenemos que proteger allá donde estemos”, nos dijo refiriéndose al agua limpia Wangari Maathai, la bióloga que se convirtió en la primera mujer africana Premio Nobel de la Paz (2004). Y son las mujeres las que tradicionalmente han soportado las cargas más pesadas, caminando una media de 20 km al día para conseguir agua en zonas rurales como Turkana North.

Una ingeniera notable

Esta desigualdad fue una de las múltiples razones por las que, cuando estudiaba en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Isabel Lorenzo Pérez decidió dar una orientación solidaria a su Proyecto Fin de Grado (PFG), aplicando conocimientos y tecnología para construir una presa en las montañas de Kokuselei. El objetivo era mejorar las condiciones de salud y nutrición de la población nómada de este territorio de 235 km2, en el que viven unas 9.000 personas, y en el que “desembocó por un conjunto de casualidades, como todo lo bueno que pasa en la vida”.

Sensible al voluntariado, contactó con MCSPA (Misión Católica San Pablo Apóstol), que desde hace 30 años colabora con la Fundación Emalaikat en la construcción de presas y pozos en aquel territorio donde el hambre, junto al aislamiento y la carencia de infraestructuras, sigue siendo el mayor desafío. Con una esperanza de vida inferior a los 50 años y una alta mortalidad infantil, cuando falta el agua por la sequía, el ganado muere dificultando aún más la vida de sus dueños.

Isabel descubrió el nexo que tenía con MCSPA Claudio Olalla, catedrático en la Escuela de Ingenieros de Caminos de la UPM.  Junto a este profesor, vinculado a África desde hace años y buen conocedor de las carencias de aquel territorio, la joven ingeniera se planteó la posibilidad de aprovechar una estancia de voluntariado para la toma de datos de su PFG.

Una pequeña obra de alcance gigantesco

En su trabajo planteó el diseño de una presa de mampostería en el río Ngikuruchana, para cuya construcción posteriormente conseguiría también ayuda. Puede parecer sobre el mapa una pequeña obra, pero sobre el terreno es gigantesca. La presa se ha erigido según la normativa española, salvando las dificultades del territorio y la carencia de medios económicos y tecnológicos, y gestionando materiales y diseño de elementos estructurales según las características de las que se realizan en la zona.

Con un presupuesto rondando los 25.000 euros, su construcción ha supuesto unos 8 meses de trabajo. Y también de esfuerzo para conseguir financiación, que llegaría en parte de la venta de artículos keniatas en el madrileño Colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo. El resto se obtuvo de  donaciones privadas a la Fundación Emalaikat, vinculada a la MCSPA.

“Aunque al principio fue difícil convencer a la población de que una pared en medio de un río prácticamente seco les iba a dar agua, ahora está ampliamente demostrado” y “la vida de los turkana en la zona, especialmente de las mujeres, ha mejorado considerablemente al no tener que cavar pozos a mano”, explica Isabel.

La fuerza de las personas

Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Sobre el terreno, Isabel ha contado con la ayuda de las misioneras de Kokuselei. “Juntas encontramos el sitio adecuado para poder construir la nueva presa”. Además, con el apoyo de dos voluntarios, Ana y Guillermo, tomó los datos de la cerrada mediante el uso de una estación total. De vuelta a la Escuela de Caminos, el profesor de Topografía Miguel Marchamalo ayudó a sacar la topografía de la cerrada con los datos que Isabel recogió in situ.  

Mención especial a su tutor, Claudio Olalla, por “dirigir el proyecto y hacer que saliera adelante”. Y una vez presentado, “no olvido a mi familia y el colegio Buen Consejo pues hicieron posible conseguir parte de la financiación”, añade.

Por último, inestimable el apoyo del “ingeniero” Akiné, “el que construye las presas allí. Ingeniero entre comillas porque no tiene título, pero con la cantidad de presas que ha construido, bien se merece el apelativo”, afirma. “Sin todos ellos y alguno que más que seguro me dejo por el camino, no hubiera sido posible”.

Así fue para esta madrileña la experiencia en África, un continente “demasiado grande para describirlo”, escribía el periodista Ryszard Kapuściński, “todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria”.

Nada más apasionante que diseñar y construir lo que utilizamos cada día

Ahora, Isabel Lorenzo afronta su vida profesional en España tras pasar un año y medio en EE.UU. Dejó en la Escuela de Ingenieros de Caminos y en la UPM un magnífico recuerdo, igual que el que ella se lleva de los profesores “que han contribuido a formarme, en muchos casos con gran exigencia, transmitiéndome el amor por la ingeniería”.

“¿Qué hay más apasionante que diseñar y construir aquello que utilizamos todos los días?”, plantea Isabel Lorenzo a las y a los jóvenes estudiantes. “La ingeniería, y en este caso la ingeniería civil, está en todas partes. Desde el que ha diseñado la presa de la que viene el agua que bebes, hasta quién planifica o gestiona el trasporte público de tu ciudad, pasando por el que ha diseñado el puente que cruzas todos los días, probablemente sea ingeniero de caminos. ¿No quieres contribuir a ello?”, les pregunta.