‘Agrivoltaica, una solución de compromiso’

El profesor de la ETSIAAB Miguel Ángel Muñoz aborda en este artículo los retos que plantea el uso simultáneo del suelo para la agricultura y la producción de electricidad.

14.06.2021

Por MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ-GARCÍA*

España es un país con más radiación solar que la media de los países de su entorno, lo que convierte a las instalaciones fotovoltaicas en mucho más rentables. Además, el hecho de que el nivel de lluvias haya descendido, debido probablemente a los efectos del cambio climático, supone un incremento en las horas de sol y, por tanto, en la producción potencial de electricidad. Por otro lado, el rápido y continuado descenso del precio de los componentes fotovoltaicos hace que la electricidad de origen fotovoltaico sea de las más baratas del mercado. La única limitación a este sistema de producción es el almacenamiento; si bien es muy probable que este hándicap se vea afectado por el desarrollo del vehículo eléctrico -que podría acabar siendo el medio de almacenamiento de la energía en sus propias baterías- junto a la bajada también acusada en el precio de los acumuladores.

La electricidad producida mediante paneles solares utiliza el efecto fotovoltaico que, actualmente, consigue convertir cerca del 20-25% de la radiación recibida en electricidad, algo que no consigue ningún otro sistema por el simple hecho de estar expuesto al sol (salvo las plantas termosolares, que requieren gran escala para funcionar). Esto supone que en un día soleado se pueden obtener fácilmente 200 vatios por cada metro cuadrado, suficientes para alimentar un frigorífico doméstico. Además, los paneles no emiten gases durante su operación y los emitidos en la fase de fabricación son compensados en cuestión de meses con la energía limpia que producen durante unos 25 años. Finalmente, el material con el que están fabricados (aluminio, cristal y silicio, principalmente) son reciclables.

Competencia por el suelo
El coste del panel solar, principal elemento de una instalación fotovoltaica, ha sufrido un drástico descenso en la última década, dividiendo su precio por seis en muchos casos. Este hecho ha disparado la instalación de plantas fotovoltaicas, ayudado por los cambios regulatorios en países como España y por el incremento del precio de los combustibles fósiles.

Ante el gran incremento de nuevas instalaciones fotovoltaicas en suelo, existe una presión creciente sobre los terrenos agrícolas. La superficie dedicada a cultivos de producción de alimentos entra en competencia con la producción de energía de origen solar, originando una lucha por el suelo. Y es que la energía solar fotovoltaica instalada en suelo necesita grandes extensiones de terreno y esto podría disminuir la superficie de uso agrícola.  

Una posible solución a este problema serían los sistemas agrivoltaicos (o agrovoltaicos). El término agrivoltaico, de reciente creación y aún en discusión, podría definirse como el uso del suelo al mismo tiempo para actividades agropecuarias y para producción de electricidad. Los paneles fotovoltaicos se colocan en postes normalmente más elevados de lo habitual para así facilitar las tareas bajo los mismos. El cultivo recibe una menor cantidad de radiación debido a la colocación de los paneles. Generalmente, el resultado es una menor producción del cultivo, pero no siempre, ya que existen cultivos que pueden verse beneficiados del bloqueo de un exceso de radiación. Además, el cultivo tiende a adaptarse a la nueva situación de radiación, con lo que la disminución de producción es menor a la que cabría esperar.

Utilización de panel solar flexible como elemento de sombreo en un invernadero del parque de El Retiro, en Madrid. / Irene Serrano (TFC, 2012)

Existen varios artículos científicos que aseguran que estos sistemas combinados de paneles fotovoltaicos y cultivo ofrecen beneficios. Según uno de esos estudios (Marrou, Dufour et al., 2013), los cultivos aumentan su rendimiento bajo la sombra de paneles fotovoltaicos, ya que la evapotranspiración se reduce en un 10-30% cuando la luz solar disponible es del 50-70%. Asimismo, se incrementa la eficiencia en el uso del agua, pues las variedades que tienen una mayor cobertura de suelo contribuyen a que la captación de luz solar sea considerable y disminuyen la evaporación del suelo.

Aspectos sociales

El uso compartido del suelo debe también contemplar una perspectiva social en tanto en cuanto puede contribuir a que el uso fundamental agrícola no se vea desplazado por el nuevo uso de producción eléctrica. La legislación actualmente tiende a cambiar la adscripción del uso del suelo agrícola cuando se instalan centrales fotovoltaicas, incluso cuando hay coexistencia con el cultivo (con las consecuencias que esto tiene sobre las ayudas de la Política Agrícola Común).

Sin embargo, una correcta definición del concepto agrivoltaico, que recoja la distinta casuística que pueda darse y que conserve el uso fundamental para la producción agraria, debería conducir a que no se pierdan de forma significativa terrenos de cultivo, los cuales verían, asimismo, incrementada su productividad por la aportación extra de la producción eléctrica. Ambas actividades son necesarias para el desarrollo de una economía descarbonizada como la que necesitamos. Pero ello requiere también de estudios para la correcta legislación, así como de incentivos que eviten el cambio de uso -con atención a aspectos también sociales, más allá de los puramente económicos- para no incrementar aún más la despoblación del medio rural.

Está claro que aún queda mucho camino por recorrer y muchos ensayos que realizar antes de obtener conclusiones extensibles a la multitud de casos que pueden quedar bajo el paraguas de este nuevo concepto. Ahora es el momento, ¿perderemos de nuevo el tren o habremos aprendido a ser resilientes?

*Miguel Ángel Muñoz-García es profesor titular del Departamento de Ingeniería Agroforestal en la ETSIAAB.