“La coordinación también es primordial a la hora de estudiar”

Marcos Sánchez, alumno de la ETSIAAB, es el corredor guía de Adalberto Bencomo, subcampeón mundial júnior paralímpico de 800 metros.

16.12.19

Cuando recibió la propuesta para entrevistarle, contestó con un ruego. “Me gustaría que me acompañase Adalberto, ya que él es el verdadero protagonista; ambos formamos un mismo equipo, yo solo soy un eslabón que le ayuda a lograr sus metas”. Adalberto se apellida Bencomo y es el actual subcampeón mundial paralímpico de 800 metros. Quien respondía cediéndole el primer plano, su corredor guía, Marcos Sánchez, estudiante de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB). En el correo electrónico añadía otro detalle que ya indicaba que la sintonía entre ambos sobrepasa las pistas de atletismo: “Los miércoles es un buen día para quedar, ya que solemos comer en la escuela juntos”.

Bencomo, que se mudó el año pasado de su Tenerife natal a Madrid para estudiar en la Escuela de Fisioterapia de la ONCE, tiene 4 grados de visión, frente a los 180 grados que conforman el campo visual normal en una persona. “Es como ver por un tubo, pero tampoco nítido”, explica con desenfado. Antes de colgarse la medalla de plata en el Mundial celebrado este verano en Suiza, se había proclamado varias veces campeón de España sub-20. El potencial que apreciaban sus preparadores fue la otra razón de su traslado a la capital, pues le permitiría entrenar “con un grupo que es muy bueno”. Y admite que es en esta nueva etapa cuando realmente se ha “tomado en serio” el atletismo, que había comenzado de niño como una actividad impuesta por sus padres y abandonó luego hasta los 15 años.

atletas

Aunque ayuda también a correr a otras personas, Sánchez tiene como atleta principal a Bencomo desde que este llegó a Madrid. Una antigua integrante de su club de atletismo que es entrenadora en la ONCE fue quien le propuso hace ya varios años convertirse en guía de corredores ciegos o con graves discapacidades visuales. Al preguntarle qué destaca de esta experiencia, la sobriedad imprime su respuesta. “Si haces atletismo, habitualmente vas solo; con un chaval ciego siempre vas acompañado, no es tan duro”, afirma

¿Y qué es lo que más se valora en un guía? “Que sepa interpretar lo que necesitas en cada momento”, contesta Bencomo. “Por ejemplo, si salimos a correr por un sitio nuevo donde no he estado en mi vida, necesito que me diga prácticamente todo lo que hay. En un sitio más conocido, vale con que me lleve por el camino, pues yo ya sé dónde está cada cosa. Y durante la carrera, que sepa interpretar cómo voy, si puedo o no apretar”. El apoyo anímico es igualmente importante, pues el guía también está atento al estado mental de su compañero y puede motivarle cuando es preciso. “Nadie me ha gritado más que este hombre”, asegura entre risas.

Una cuerda une por las manos a atleta y guía. Sánchez precisa que el primero es el que corre y el segundo el que debe adaptarse al otro. “Si le varío su forma de correr, se puede cansar más, lesionar, incluso caerse”. La técnica que emplea para acompasar el ritmo pasa por fijarse en las extremidades superiores. “Si los brazos van bien, las piernas van bien”. Ambos coinciden en que se adaptaron perfectamente desde el principio. “De hecho, la gente flipa porque en las carreras solo se ve a uno de los dos en la contrarrecta”, asegura Bencomo. Y consiguen tal sincronización de movimientos a pesar de la diferencia de altura. El tinerfeño le saca varios centímetros a su guía, pero este lo compensa con una zancada natural más larga.

La coordinación es primordial en su relación. “Pero en todo, también a la hora de estudiar”, aclara Sánchez, quien cursa el Grado en Ingeniería y Ciencia Agronómica. Durante el curso pasado, cuando ambos tenían sus clases por la mañana, almorzaban entresemana en la ETSIAAB y, después de acudir también juntos a la biblioteca a hincar los codos, se marchaban a entrenar en unas instalaciones deportivas cercanas. Esa rutina se ha modificado ahora que el guía de Bencomo tiene horario de tarde, pero los entrenamientos siguen ocupando habitualmente seis días de la semana, con un mínimo de dos horas diarias. “Aunque siempre nos liamos y hacemos más”, apunta Sánchez.