“La Universidad es más formación que información”

Entrevista al catedrático Juan Orellana, ganador en dos cursos consecutivos del premio que conceden los alumnos al mejor docente de la ETSIAAB. “Creo que valoran sobre todo que te preocupes de ellos”, afirma.

11.01.2021

Dos años consecutivos ha ganado el catedrático Juan Orellana la Espiga de Oro, el premio al mejor docente de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB) que concede la Delegación de Alumnos. La entrega de los galardones correspondientes al curso pasado se celebró a finales de octubre, tras retrasarse varios meses por la pandemia que vació las aulas en marzo. Orellana, que pertenece a la Unidad de Genética del Departamento de Biotecnología-Biología Vegetal, confiesa que sabe mejor el premio en esta segunda ocasión. “Te puede tocar uno por suerte, pero si son ya dos veces te lo empiezas a creer un poco”, bromea. Más serio se pone al explicar su experiencia con la enseñanza telemática y la opinión que le merece el devenir de la Universidad española.

PREGUNTA: ¿Qué cree que es lo que más valoran los alumnos que votaron por usted?
Respuesta: Creo que valoran sobre todo que te preocupes de ellos, que seas humano. Porque la enseñanza yo no la concibo solamente con dar unas clases o impartir unos conocimientos; la Universidad, siempre lo repito, es más formación que información. Actualmente, la información es fácil de conseguir: hay muchas plataformas, muchas fuentes, muchos recursos; pero [es distinto] formarlos [a los alumnos] y que te preocupes, por ejemplo, del posgrado, de las salidas profesionales que tiene o de intentar ayudarles a conseguir una beca. Aconsejarles, muchas veces más duro de lo que pueda hacer un padre. La relación humana es lo que más agradecen; porque [respecto a] la relación académica, soy de los que más suspenden en este grado [de Biotecnología], así que no creo que estén muy contentos por esa parte. Y la calidad de la enseñanza espero, por supuesto, que la valoren también.

P.- El tramo final del curso pasado estuvo marcado por la abrupta suspensión de las clases presenciales. ¿Cómo fue la experiencia?
R.- Tuve suerte porque acumulo casi todas las clases durante el primer cuatrimestre y tengo bastantes pocas durante el segundo. La experiencia fue traumática, en principio. A veces digo que soy pesimista, pero no es pesimismo, es prever cualquier coyuntura que pueda ocurrir. En el momento en que se pensó que habría confinamiento, empecé a preparar a mis alumnos del segundo cuatrimestre por lo que pudiera venir. De hecho, por ejemplo, con los alumnos que tienen examen extraordinario siempre hacemos una especie de reuniones, de tutorías globales, y las empecé a preparar por internet, también exámenes, cuestiones, test, y no me pilló de improviso. Pero creo que fue muy traumatizante porque fue muy rápido para mucha gente.

Juan Orellana, tras la entrevista

P.- ¿Y la respuesta de los alumnos?

R.- Buenísima. Los alumnos responden fenomenal siempre. Enseguida se acomodan, se adaptan perfectamente a lo que tú les pidas. Y [se mostraron] muy compresivos.

P.- ¿Cómo se planifica un curso que ya arranca con presencialidad parcial?
R.- La planificación ha sido a nivel particular; cada profesor lo ha hecho por su cuenta. La sensación que tengo es que no ha habido una coordinación general ni unas pautas globales, ni de la universidad ni del centro. En verano empecé a preparar las clases porque pensaba que iban a ser online, y acerté. Y varía mucho [la planificación] porque la utilización de recursos online es muy diferente a las clases presenciales. Creo que una parte de la enseñanza telemática ha llegado para quedarse porque es muy interesante, aunque no puede suplir la enseñanza presencial e intentamos paliarlo de la mejor manera posible.

P.- Entonces, ¿algunas de las innovaciones obligadas por la coyuntura valdrán también para cuando se recupere la normalidad?
R.- Sí, sí. Las plataformas de enseñanza online, de hecho, han evolucionado. De lo que eran antes a lo que son ahora, han variado mucho. Creo que ha sido muy traumatizante para cierto profesorado, que yo no lo concibo porque concibo un profesor universitario como alguien bastante inquieto con todo: la tecnología, los métodos de enseñanza, la pedagogía; pero ha habido muchos profesores que les ha llegado y les ha influido mucho. Y esto llega para quedarse, evidentemente. Hay una serie de herramientas que no mirábamos, pero que potencian mucho la enseñanza. Lo que sí es cierto es que, como todo, va a exigir dinero. Por ejemplo, la incorporación de pizarras digitales en el aula, que no es una inversión muy grande, abre una cantidad de posibilidades espectacular.

P.- ¿Qué es lo que echa más de menos en esta situación?

R.- Las clases presenciales. Porque las clases online no pueden paliar [la ausencia de] las clases presenciales. La Universidad no es solamente dar clase, no es una academia. La interacción humana, la interacción entre los propios chicos… Ellos dicen una cosa que es verdad: recibir clases en casa solo no es motivador porque no facilita aprender; en cambio, en un aula, el hecho de tener un compañero que ves que tiene las mismas dificultades que tú, compartir experiencias, el entendimiento o no de un determinado tema, es muy importante. La sensación que tengo como profesor es que simplemente viéndoles la expresión tú sabes hasta qué punto están o no entendiendo, hasta qué punto puedes o no profundizar; eso, online, se pierde totalmente porque lo único que ves es una letra y un correo electrónico en una pantalla. Y, aunque intentas motivarles para que participen, mi experiencia es que participan los cuatro o cinco de siempre; al resto ni les conoces, no los ves. Eso es bastante grave.

Juan Orellana, entre Guillermo Guardia (izquierda) y Daniel Palmero, en la entrega de los Espiga de Oro

P.- Los profesores universitarios tienen una doble labor, investigadora y docente. ¿Resulta fácil el equilibrio?

R.- Está totalmente desequilibrado. Y discriminado. Eso crea una situación que no da importancia a la docencia y sí a la investigación cuando las dos cosas son fundamentales. Se nos valora igual por la investigación para concedernos un plus de productividad por sexenios que a la gente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuando [en su caso] esa es su única labor. Intentar compaginar las dos cosas es muy complicado. Además, en esta situación de ahora [con las restricciones por la pandemia], tremendamente difícil porque está limitado el acceso a los laboratorios.

P.- El año pasado, al recoger el premio otorgado por los alumnos, lamentó sentir que la vocación docente estuviera un poco denostada en algunos ámbitos de la Universidad.
R.- Sí. El colectivo universitario refleja un poco cualquier colectivo. Hay profesores que simplemente se dedican a la docencia, lo cual me parece un error porque, si no investigas, no tienes ese plus de innovación, de motivación por lo nuevo, de incorporar nuevos conocimientos que al final contribuyen a una enseñanza de calidad. Otros intentamos compaginar las dos cosas… también depende de la edad que tengas. Y hay un tipo de profesorado al que la docencia no le importa absolutamente nada. Esa es la realidad y soy claro. La docencia está denostada [por este grupo], poco valorada; incluso [considera] que no tiene ninguna importancia, que la puede hacer cualquier persona medianamente bien. Y es mucho ese profesorado [que opina así], no es un porcentaje pequeño. Creo que es un error, un personal que ha confundido su sitio. Ese profesorado no debería estar en la Universidad, debería estar en el CSIC. Porque si la docencia no le importa, no le gusta o no tiene vocación, su sitio no es un centro de enseñanza. En mi opinión, un buen profesor universitario debe ser un buen investigador, para tener unos conocimientos actuales y conocer las nuevas tecnologías y las nuevas aplicaciones de los conocimientos y su uso aplicado en el sector productivo, algo que olvidamos con mucha facilidad; y, obviamente, un buen docente que esté también al día de nuevos métodos pedagógicos y nuevas herramientas de apoyo a la docencia. No concibo un profesor universitario sin estas dos cualidades.

P.- Acumula ya una larga carrera como profesor. ¿Ha cambiado mucho la Universidad desde que empezó a impartir clases?
R.- Mucho. El nivel de exigencia es cada vez menor. Cuando oigo que van a cambiar una ley de enseñanza en [la educación] secundaria o primaria, rezo para que no sea así porque ninguna ha mejorado la calidad. Los alumnos son igual de inteligentes, no importa el sistema de enseñanza que hayan tenido, pero su formación es muy mala. Y eso creo que ha influido mucho en cómo se ha incorporado el profesorado nuevo; tienen una mentalidad [en la] que el esfuerzo no se valora, la brillantez tampoco. Cada vez se están cociendo los títulos con mayor facilidad. En general, los baremos de exigencia en la Universidad española han bajado, también la calidad de los profesionales, de manera bastante considerable. La puntilla ha sido el Plan Bolonia; creo que ha destruido las ingenierías superiores. La formación que tenían [sus titulados] ha desaparecido totalmente porque los han igualado con los graduados, que no tienen nada que ver con un ingeniero superior. Un ingeniero técnico tiene un camino de aprendizaje muy diferente a un ingeniero superior. Luego, además, ocurre otra cosa. Antes los títulos estaban muy bien definidos y había un control estatal con un programa concreto; al cambiarse por una serie de competencias más o menos vagas, poco definidas, estamos en una selva de titulaciones que pueden tener denominaciones muy bonitas pero que al final muchas veces nadie sabe lo que son, y a menudo dejan mucho que desear.

Esta entrevista forma parte del número de diciembre de 'Savia', el boletín de la ETSIAAB.