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"Aún todo por hacer"

El astronauta Pedro Duque, el único español que ha viajado al espacio,  expone en este artículo que la exploración espacial está prácticamente sin comenzar.
Por PEDRO DUQUE

La exploración ha sido una fuente de entusiasmo para la humanidad durante toda la historia. Y nos imaginamos que la prehistoria también; si no, véanse los últimos descubrimientos en materia de migraciones sucesivas desde África. La evolución nos ha dotado de una mente inquisitiva, que nos hacía sobrevivir mediante el ingenio y prevalecer sobre los otros animales, pero que a la vez no puede evitar preguntarse por qué ocurren las cosas y qué habrá más allá del alcance de nuestra vista. Y alguien siempre se atrevía a ir allá, verlo y volver para contarlo.
Ahora, la exploración de la Tierra puede solo continuar en las profundidades del océano, y todo lo demás ya es el espacio. Iremos, sin duda, porque lo que nos empuja a ello es innato e inevitable.  Enviar cámaras o instrumentos con control remoto no es ni de lejos lo mismo, ni puede jamás sustituir el viaje de exploración.
Cito la página oficial de la ONU: “El 12 de abril de 1961 el ciudadano soviético nacido en Rusia Yuri Gagarin realizó el primer vuelo espacial tripulado, un evento histórico que abrió el camino a la exploración del espacio en beneficio de toda la humanidad. Por ese motivo, la Asamblea General declaró el 12 de abril como Día Internacional de los Vuelos Espaciales Tripulados”.
Desde 1961 se celebra esta efeméride (y mucho) en toda la extinta Unión Soviética como “День Космонавтики”, el día de la astronáutica que llaman ellos.  Recordaba a los ciudadanos soviéticos, y ahora a los rusos, un tiempo en el que sus ingenieros aeroespaciales estaban por delante de todos los demás de forma inequívoca; un tiempo en el que los esfuerzos de una nación entera estaban al servicio del desarrollo de esta tecnología. En Estados Unidos, de forma equivalente, se recuerda también el alunizaje (no tanto la fecha concreta) como el momento en el que ellos pasaron adelante.  A los ingenieros aeroespaciales actuales nos resulta casi inconcebible pensar en la gran preeminencia que teníamos en esos tiempos: en EEUU aún se usa la expresión “it’s not rocket science” para denotar los problemas cuya solución no requiere de gran inteligencia.
La época de los vuelos espaciales tripulados nunca ha acabado, y ahí están los compañeros en turnos de seis personas/seis meses, llevando a cabo experimentos en la Estación Espacial Internacional. Pero en el ambiente ya se aprecia que los tiempos heroicos podrían volver. Todas las potencias espaciales tienen planes propios para –¡ya, por fin!– continuar la exploración del espacio, comenzando por la Luna o Marte, según unos u otros. Como ingenieros hemos de ser realistas, no solo desde el punto de vista de la factibilidad técnica de nuestros sueños, sino también desde el punto de vista de la financiación de nuestros proyectos. Y es verdad que las declaraciones, planes y presentaciones visuales reflejan una situación utópica aún, no conmensurable con los recursos realmente disponibles.
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