Vida universitaria

“Tengo la suerte de haber pintado siempre lo que he querido”

Considerado uno de los mejores pintores realistas de todos los tiempos, Antonio López ha elegido la ETSI Civil de la UPM para pintar una nueva panorámica de Madrid. En esta entrevista nos habla de su obra, de la ciudad y de cómo ve la sociedad.

“Pintar me ha mejorado como persona”. Así explica Antonio López, considerado como el genio de la luz y uno de los mejores artistas del hiperrealismo a nivel mundial, lo que para él significa pintar un cuadro. A sus 80 años, nos recibe en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Civil de la Universidad Politécnica de Madrid, donde está trabajando desde el pasado mes de julio en una nueva panorámica de Madrid, “su Madrid”, ese que se ha convertido en un motivo presente en la mayoría de sus obras.

Ilusionado con esta nueva obra, recuerda que la primera vez que pintó una panorámica de la capital lo hizo desde un edificio de la calle Francisco Silvela, conocido por estar coronado por un letrero de Iberia. “En su momento era uno de los edificios más altos de la ciudad y las vistas me impresionaron”, asegura. Desde entonces, Madrid  no ha dejado de aparecer en sus cuadros, una presencia constante de la que no puede ni quiere desligarse.

“La ciudad es algo que me ha atraído siempre y por ello en mi pintura, el tema urbano aparece muy pronto”, explica. “La vida me ha situado en Madrid y en Tomelloso y esos son los lugares que se reflejan en mi obra desde sus inicios. Son ciudades con las que tengo un vínculo afectivo, me transmiten un sentimiento, las conozco. Podría pintar lugares extraordinarios, como Nueva York, una ciudad exquisita con una forma extraordinaria de construir y organizar el espacio. Sin embargo, tendría que trabajar a base de fotografías y el resultado no sería el mismo”, explica.

Y es que, para Antonio López, el sentimiento es un elemento más de su pintura, algo que llama a la sensibilidad del artista y sin lo que él no concibe el papel del pintor. “En el arte, el hombre siempre ha tendido a describir lo que conoce. Hay otros lugares interesantes, pero no son parte de mí a nivel personal. Puede que la vista actual que estoy pintando de Madrid no sea tan maravillosa como otras ciudades, pero para mí es maravillosa porque me suscita una emoción”.

Ese sentimiento está también en la respuesta de por qué escogió la ETSI Civil de la UPM para pintar su cuadro, algo que ya hizo en 1965 cuando su amigo Antonio Fernández Ordoñez, le sugirió este lugar para pintar una panorámica. “Cuando volví a la Escuela, esta vez invitado por el hijo de Fernández Ordoñez, la ventana del aula no había cambiado nada. Al asomarme, la emoción que me produjo la vista fue la misma que hace 50 años y supe que tenía que volver a pintar desde aquí”. El lugar es el mismo, pero lo que se ve a través de él sí ha sufrido cambios. Modificaciones que Antonio López plasma con precisión en su nuevo cuadro, en el que trabaja a conciencia.

La vista ha cambiado muchísimo. Antes se alternaban las edificaciones con el campo. Ahora, vemos un Madrid mucho más edificado, en el que todo está ocupado por el hombre, hasta el punto de que hay fragmentos del cuadro que ya no reconozco. También reconozco que me ha impresionado mucho el nivel de contaminación y cómo influye en la luz”.

 

Una pintura más minuciosa

También él ha cambiado. Cincuenta años después reconoce que su vista ya no es lo que era, pero que aún así su pintura es “mucho más detallada y minuciosa”. Y nos lo demuestra comparando sus antiguos cuadros con los más actuales.

Ahora cuido más las proporciones. En los primeros cuadros trabajaba a ojo de buen cubero. Ahora soy más concienzudo. Además de plasmar lo que ve el ojo, trato de tomar medidas y respetar las proporciones para que todo quede lo más ajustado a la realidad posible. Por eso el primer cuadro que pinté de Madrid se terminó en un mes, mientras que el resto se han eternizado. Ahora valoro el detalle como un elemento más a la hora de explicar y plasmar cómo es la ciudad. En los primeros cuadros, se percibe una sensación, una impresión, que es de lo que trata el impresionismo. Al tener menos detalles, los elementos centrales del cuadro, los que te impresionan, quedan muy bien definidos. Ahora soy más realista y cuando el cuadro se carga de detalles, cuesta más arrastrarlo y llevarlo al final porque cada figura necesita una atención especial”.

Pese a que pintar la ciudad siempre ha sido lo que ha querido hacer y lo que le ha llenado de entusiasmo, a sus 80 años Antonio López reconoce que hay algo que se le ha quedado en el tintero y que le hubiera gustado abordar: pintar desnudos. “Este tipo de pintura es algo muy difícil de encontrar en España. Velázquez o Goya solo tienen un desnudo cada uno. Son los dos desnudos de la pintura española hasta el siglo XIX. Es algo que hay que hacer y que a mí me gustaría. Lo tengo pendiente como algo que he rozado, sobre todo con la escultura, pero que no he trabajado en la amplitud que deseaba. En el resto de campos puedo decir que he tenido la suerte de hacer siempre lo que he querido”, explica.

No le sucede lo mismo, explica, con la abstracción, un campo que valora pero que no siente como suyo: “Llegar a ese tipo de pintura ha supuesto miles de años pero había que llegar. Era algo necesario. Del mismo modo que han llegado la luz eléctrica o la penicilina ha llegado la abstracción. Es una forma de reivindicar la capacidad que tiene la pintura para emocionar por sí misma, sin necesidad de temáticas ni detalles, solo con unas formas y unos colores. Ese reconocimiento del valor de la pintura por sí sola ha entrado en todos los pintores, incluso en los que no practicamos la abstracción”.

Y, ¿a qué se debe el hecho de que la pintura en España no haya abordado temas como la ciudad o el desnudo hasta muy tarde? Para el artista, la respuesta hay que buscarla en la falta de libertad con la que vivían los pintores españoles por el encargo, una situación, asegura, que no ha permitido a la pintura desarrollarse en todo su esplendor hasta pasados varios siglos, a diferencia de lo que ha sucedido en otras disciplinas.

“El encargo ha coartado mucho al arte español. Ha ocupado demasiado espacio y ha llevado a los artistas a centrarse en lo religioso y los retratos. Los desnudos y las ciudades, aunque fueran temas que interesaban, han quedado relegados porque ha habido una presión muy fuerte. Siempre ha habido un motivo para que el artista no se colocase donde quería colocarse”, explica. Y añade que esta exigencia es también la causa de que mucha de la pintura religiosa que hay en nuestro país no tenga la “brillantez” de la de otros lugares.

Solo desde las restricciones se explica por qué aquí hay tanta pintura religiosa tan mala. Pintar siempre sobre motivos religiosos puede no coincidir con lo que deseas hacer. Eso ha pasado factura especialmente a los pintores. En la arquitectura, a mi parecer, se ha traicionado menos la voluntad del creador. Un artista como Zurbarán tenía que estar hasta las narices de hacer series sobre los santos, de ver el mundo y no poder hacer nada respecto a ello. El hombre siente y padece por lo que le rodea, no es natural estar hablando todo el día de Dios y eso se ve también en la poesía, donde el ser humano siempre ha sido el motivo fundamental”.

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