“No hay barreras institucionales para que las científicas desarrollen sus carreras, pero socialmente las hay todas”
La profesora de la ETSIAAB Araceli Díaz Perales, partícipe en el desarrollo de un test serológico más eficiente para el diagnóstico de la COVID-19, lamenta que la maternidad suponga el principal impedimento para el ascenso de las mujeres a puestos de responsabilidad.
11.02.21
Araceli Díaz Perales, profesora titular de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB), impartió la primera parte de la lección magistral en el abreviado acto académico con que la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) celebró este año la festividad de Santo Tomás de Aquino. La pandemia, además de alterar el protocolo y el programa tradicional de la ceremonia, fue el tema de su exposición. En concreto, abordó el origen de la enfermedad del nuevo coronavirus y las causas de su vertiginosa propagación, sin olvidar las claves de las vacunas ya disponibles. Su elección como ponente respondía a una razón que omitió en su disertación. La profesora, adscrita al Departamento de Biotecnología-Biología Vegetal y cuya área de conocimiento es la bioquímica y la biología molecular, ha participado en el desarrollo de un test serológico más eficiente para el diagnóstico de la COVID-19. El calendario anuncia ahora otra fecha señalada, aunque de carácter más reivindicativo: 11 de febrero, Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia. “El techo de cristal es la maternidad”, afirma Díaz Perales sobre las dificultades de las científicas para ascender en sus carreras.
Pregunta.- ¿Por qué es necesario celebrar un Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia?
R.- Para dar visibilidad a las mujeres en la ciencia y fomentar nuevas vocaciones. En la página web [de la campaña] #nomorematildas hay un vídeo que lo explica muy bien. Los premios y la celebridad se los han llevado siempre los hombres. Dos ejemplos. El primero es el de Rosalind Franklin (1920-1958). Los datos de difracción de rayos X que condujeron al notable descubrimiento de la doble hélice [estructura de una molécula de ADN] fueron obra de un estudiante de doctorado, Raymond Gosling, que trabajaba bajo la supervisión de ella. [James] Watson y [Francis] Crick [descubridores de la doble hélice] recibieron los datos de otro científico, Maurice Wilkins, que compartió con ellos el Premio Nobel. Rosalind no fue ni mencionada. El segundo ejemplo es el de Lise MeItner (1878-1968), quien descubrió la reacción de fisión nuclear en la que se basó́ la bomba atómica y posteriormente las centrales de energía nuclear. Aunque estuvo a punto de ser asesinada por los nazis por ser judía, no quiso participar en el proyecto estadounidense de construcción de la bomba atómica. En 1944, se otorgó el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de la fisión, pero no a ella, sino solo a su colaborador, Otto Hahn. Tal vez tengamos la sensación de que es cosa del pasado, pero esto sigue sucediendo, aunque de forma más sibilina. Una muy buena amiga me contó que, cuando se quedó embarazada de su primer hijo, su jefe sentenció que su carrera profesional había terminado. Esto no es una anécdota. Las mujeres científicas pueden contar muchos ejemplos. Institucionalmente no hay barreras para poder desarrollar nuestras carreras científicas, pero socialmente las hay todas.
P.- ¿En qué medida las desigualdades de género aún presentes en la sociedad se reflejan en la carrera científica de las mujeres?
R.- Las personas que nos dedicamos a la ciencia vivimos y nos relacionamos en esta sociedad. Insisto en que no hay barreras ni jurídicas ni legales que nos impidan desarrollar nuestra carrera. Pero socialmente se nos da a elegir entre nuestra carrera y nuestra familia. El techo de cristal es la maternidad. A partir de ese momento, la presión es tremenda. Es horrible la tensión y el estrés que te produce situaciones que deberían ser normales: cuando compartes el permiso de maternidad con el padre; cuando por cuestión de horario laboral no puedes seguir amamantando a tu bebé, aunque te encantaría; cuando tienes que llevar al niño a la guardería con menos de 6 meses; cuando no puedes participar en las actividades de mañana de la guardería; cuando llegas tarde a recogerle porque había un atasco… Toda esta presión no la ha sufrido el padre de mis hijos, el cual se hace cargo de su educación y cuidado a diario al igual que yo. Pero las personas que se han relacionado con mis hijos siempre se han dirigido a él de una forma más permisiva [respecto a sus obligaciones como padre]. Si a esto le sumas que la carrera profesional en ciencia en nuestro país es incierta, sin seguridad laboral, y con muchas horas de dedicación, se puede comprender que muchas personas tiren la toalla. Por otra parte, está el consabido machismo de algunos seres de esta sociedad que piensan que por ser mujer no puedes tener cargos de responsabilidad o llevar a un equipo de trabajo. Esto cada vez es más anecdótico, aunque en algunas instituciones parecen haberse quedado en el siglo XVIII.
P.- Los datos muestran que porcentualmente empiezan en la ciencia muchas más mujeres de las que luego llegan a puestos de responsabilidad. ¿Cuál cree que es la razón y cómo podría reducirse este desequilibrio?
R.- Existe una inercia machista de costumbre, que es muy difícil de cambiar y es incompatible con una maternidad activa. Cuando eres jefa de grupo y tienes hijos debes modificar tu forma de trabajo. Este cambio se ve reflejado en los horarios, en la forma de dirigir, en la forma de conciliar… Personalmente, mi horario es de 7:00 a 16:00 porque mis hijos salen del colegio a las 16:30. Esto implica que no hay reuniones por la tarde y que mi comida es delante del ordenador. Mis relaciones sociales son muy escasas y normalmente por teléfono. Al no estar constantemente en el laboratorio, coordino a mi grupo por objetivos. Aunque cada vez es más frecuente esta forma de pensar, todavía no es la norma. Esto rompe con la costumbre y, como todo cambio, hace más difícil que la gente confíe en ti. Es decir, es muy difícil conseguir un puesto de responsabilidad donde pesa más el presencialismo y las relaciones interpersonales que tus méritos por currículo. Creo que, con el tiempo, cada vez habrá más mujeres en puestos de confianza, pero falta al menos una generación.
Araceli Díaz Perales, en el acto organizado por la ETSIAAB en 2020 con motivo del Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia
P.- Hay científicas que reclaman más mujeres en los comités de selección y que estos elijan sin conocer el sexo de los candidatos. Consideran que ayudaría a corregir la desigualdad.
R.- No lo sé, puede que mejorara. Lo que está claro es que saber el género del candidato y su estado civil no es muy importante para el desarrollo de su función como científico. Creo que en los escalones iniciales de la carrera científica no es muy relevante y no se tiene en cuenta. La clave está cuando es un puesto de responsabilidad con exposición pública. Todavía no se ve con normalidad que sea una mujer quien ostente el poder. Se la critica más por su forma de vestir, o peinarse, o por su forma de actuar. Aunque seas muy impermeable a las críticas, al final te minan. Todos queremos vivir felices en este mundo y no estar haciendo una guerra cuyos resultados no vamos a ver. Me gusta mucho un dicho que dice “prefiero estar tranquilo que ser feliz”. No se puede hacer una guerra sola, sin apoyo institucional. Y muchas muchas veces a lo largo de mi carrera me he sentido muy sola.
P.- En España, las mujeres representan el 18% del alumnado universitario en las disciplinas STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés). Un 25% si nos circunscribimos a las ingenierías. ¿Por qué siguen siendo carreras en las que la presencia femenina es tan minoritaria? ¿Perviven los estereotipos de antaño?
R.- Para contestar a esta pregunta hay que analizar qué juguetes reciben los niños y cuáles las niñas; qué series ven un género y otro. Las vocaciones se despiertan muy pronto, aunque tardan en definirse. Si a las niñas les seguimos poniendo una muñeca y a los niños un balón, poco vamos a cambiar. A las niñas se les apunta a clases particulares de gimnasia rítmica y ballet, y a los niños a futbol. Si toda la publicidad implícita y explícita va encaminada a inducir vocaciones de princesa en las niñas, a lo que se supone que está a asociado a la cultura silenciosa, la tranquilidad, la belleza, a no ensuciarse y a la no toma de decisiones... Sin embargo, a los niños se les incita a ser piratas, al liderazgo, a la competitividad, a que no lean pero que sepan arreglar todo con un destornillador, y se pueden ensuciar y ser brutos. Podría seguir poniendo ejemplos. Todo ayuda a que las carreras STEM no sean recomendables para el género femenino.
P.- La falta histórica de referentes femeninos en la ciencia y la tecnología tampoco ayuda a fomentar vocaciones entre las chicas.
R.- Creo que visualizar a personas que han desarrollado su carrera profesional en este ámbito ayuda, y mucho, a que se entienda que no es imposible. El género no determina tu vocación. Pero la visualización [de las mujeres] no solo mejora el número de vocaciones femeninas, también ayuda a que se normalice su presencia en determinados sectores. Esta lucha no se gana si no estamos los dos géneros en el mismo barco. No creo que la cosa sea favorecer a un genero versus otro. La clave está en eliminar las injusticias y facilitar la conciliación de horarios. Es decir, trabajar por objetivos y no por presencialismo.
P.- En su caso, ¿qué fue lo que le animó a estudiar la carrera de Ciencias?
R.- Cuando me explicaron el ADN en EGB [educación primaria]. Entonces, decidí que quería estudiar eso. Luego afiné y me di cuenta de que lo que quería estudiar eran las moléculas y cómo se comportaban. Decidí con 14 años que quería ser bióloga. Teniendo en cuenta mi expediente, esta decisión no fue muy bien aceptada en mi casa. Pero una carrera no se debe estudiar por las salidas profesionales que tenga, sino por la pasión que te despierte.
La profesora Díaz Perales, durante su lección magistral en el acto académico de Santo Tomás de Aquino
P.- Lidera un grupo de investigación sobre alérgenos vegetales en el Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas (CBGP). ¿Cuáles son sus principales líneas de trabajo?
R.- Mi grupo es heredero del grupo liderado por el catedrático de bioquímica y profesor durante muchos años de la casa Gabriel Salcedo. Desde entonces, siempre hemos intentado entender por qué algunas proteínas vegetales se convertían en alérgenos. A partir de ahí, nuestras líneas se han ido definiendo en el estudio de los mecanismos inmunológicos que subyacen en la aparición de la alergia y en el desarrollo de dispositivos para su diagnóstico y la detección de alérgenos, así como de fórmulas para inmunoterapia de alergia.
P.- Su grupo también ha colaborado en los últimos meses en mejorar los sistemas de diagnóstico de la COVID-19. El resultado ha sido el desarrollo de un biosensor que permite un diagnóstico más rápido y, además, escalable.
R.- Realmente, la tecnología ya se estaba desarrollando en el marco de un proyecto europeo que lidero, Aller-Screening. En el marco de este se desarrolló un sistema para diagnosticar alergias. Con este know-how [saber hacer] se nos propuso desde el Ministerio de Sanidad hacer un test serológico de diagnóstico para la COVID-19. Brevemente, lo que hacemos es poner en un kit de diagnóstico una parte de este agente agresor (la proteína S1 del virus) e incubarlo con una muestra biológica del paciente (saliva). De esta forma, si el paciente tiene anticuerpos, podemos detectarlo; es decir, podemos diagnosticar si la persona ha estado expuesta o no al virus. En este caso, mi grupo en el CBGP produjo la proteína S1 de forma recombinante en levadura y el grupo de Miguel Holgado [adscrito al Centro de Tecnología Biomédica (CTB) de la UPM] puso su tecnología de biosensor.
P.- ¿Qué podemos y debemos aprender de la pandemia?
R.- Que sin ciencia no hay futuro. Habrá nuevas plagas, también amenazas a nuestra seguridad alimentaria y nuevos retos ambientales, económicos y sociales, que necesitarán un sistema previo de preparación. La ciencia es la vacuna que nos permite resistir una nueva e imprevista enfermedad, el airbag, el seguro, que nos permite reunir tiempo para afrontar los nuevos desafíos. Pero para ello hay que tener infraestructuras fuertes, estables, que permitan crecer. Por ello, deberíamos repensar cómo es la carrera científica española. Y, tal vez, deberíamos ser mucho más generosos y favorecer a aquellos compañeros que investiguen en nuestra universidad. La docencia universitaria debe ser innovadora y estar en la vanguardia, y esto no es posible sin investigación. Y la investigación en la universidad no es posible sin apoyo institucional. Por tanto, la COVID nos ha brindado una oportunidad para repensar cómo afrontar el futuro como profesores de universidad y, por tanto, como investigadores.