“La crisis viene de una visión económica basada en unos principios científicamente muy cuestionables”

Entrevista a Emilio Muñoz, director técnico de la Unidad de Emprendimiento Social, Ética y Valores en la Ingeniería de la ETSI de Minas y Energía de la UPM, dedicada desde hace una década a formar profesionales comprometidos con el bien común.


04.07.16

Hace diez años que empezó a impartirse la enseñanza de ética en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas y Energía de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Al frente de esta labor se encuentra desde entonces Emilio Muñoz Ruiz, quien presidió el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) entre 1988 y 1991, tras desempeñar las direcciones generales ministeriales de Política Científica y de Investigación Científica y Técnica, entre otros cargos. Le llegó la propuesta cuando estaba a punto de jubilarse y ahora considera la experiencia como una de las más enriquecedoras de su vida.

Doctor en farmacia, Emilio Muñoz centró inicialmente su carrera investigadora, siempre desarrollada en el CSIC, en el área de la bioquímica y la biología molecular y celular. Tras la etapa en responsabilidades de gestión, pasó a enfocar su actividad hacia el campo de los estudios de ciencia, tecnología y sociedad. Como director técnico de la Unidad de Emprendimiento Social, Ética y Valores en la Ingeniería (UESEVI) de la ETSI de Minas y Energía, defiende la formación de personas responsables con las consecuencias de sus acciones y que eligen comprometiéndose con el bien común.





Emilio Muñoz, tras la entrevista.



Pregunta. En el área de la ingeniería, la formación que suelen recibir los estudiantes es esencialmente técnica. La ética y los valores parecen relegarse, por lo general, a la esfera personal de cada cual.

Respuesta. Creo que no es lo más acertado. La enseñanza de la ética está perfectamente instaurada en otros países y se considera un aspecto fundamental. Lo que hemos tratado de ver siempre aquí nosotros es cómo podíamos aprender a la vez que enseñábamos y enseñar a la vez que aprendíamos, algo que ahora se escucha a todos los profesores modernos y que nosotros estábamos ya haciendo desde el principio. Porque, efectivamente, enseñar ética tal como uno la puede concebir, que es un ejercicio que requiere un pequeño esfuerzo previo de aislamiento y preparación, tiene que ir evolucionando en función de cómo responde la comunidad a la que enseñas.

P. ¿Con qué objetivo surgió la Unidad de Emprendimiento Social, Ética y Valores en la Ingeniería y cuál es el método que emplea?

R. El objetivo, cada vez más imbricado en el proceso, ha sido siempre dotar de capacidades transversales, horizontales, a los alumnos para que salgan como profesionales algo más completos en estos temas. En cuanto a la metodología, si hubiéramos acudido a una fórmula tradicional, tendríamos las clases magistrales habituales, con unos señores que aparecen y desaparecen. Aunque me he dedicado mucho más a la investigación que a la docencia, considero que si alguien tiene un papel de coordinador debe estar presente lo máximo posible en cualquier clase que se dé. No concibo que alguien coordine desde su despacho y acuda cuando le toca. Por otro lado, tenemos que ser conscientes de que hay que dar las clases también en función de que los alumnos encuentren siempre algún elemento de utilidad o de rendimiento, aunque no puedan imaginarlo siquiera antes porque quizá piensan de partida que les vamos a soltar los típicos rollos magistrales. En esto, la colaboración de un equipo que, a pesar de ser pequeño, es interdisciplinar, e intergeneracional, ha sido también decisivo. Es una aventura muy enriquecedora de educación superior, y de investigación al mismo tiempo, en ámbitos que tienen que ver con lo socio-ético, político y económico; y que debería extenderse a toda la UPM.

P. ¿La sostenibilidad social y medioambiental está reñida con la rentabilidad económica?

R. Depende de las visiones. Si uno se dedica exclusivamente a medir en términos de crecimiento económico, sí está reñido. Si tú no contabilizas lo que cuestan los recursos naturales en todos tus rendimientos y los vas destruyendo, estás haciendo una contabilidad negativa. Y la sostenibilidad social, un concepto necesario para gobernar adecuadamente, tampoco se computa. Para mayor inri, la última modificación de Eurostat para calcular el PIB de un país incorporó el narcotráfico, la prostitución y el juego... Creo que hay otros factores mucho más importantes. ¿Por qué no se computa el trabajo de las mujeres que están en casa atendiendo o el de las personas que están cuidando a los dependientes? ¿Por qué, si eso es más rico? Se trata de una concepción tan dogmática, tan unilateral, vista de una perspectiva tan miserable en términos de humanidad, que es muy decepcionante.

P. ¿En qué medida la crisis actual tiene que ver con un menoscabo de los valores éticos?

R. La crisis no viene de ahí. Lo que ha ocurrido es que se ha funcionado sobre unos principios que son científicamente muy cuestionables. Me refiero a los economistas que defienden una visión absolutamente matemática o física, que es a lo que se quisieron agarrar para darle entidad, y que nos está destrozando. Bajo el principio de que estamos en un equilibrio, pero en el que no se cuentan cosas, como la finitud de los recursos, con lo cual no hay principio de termodinámica que valga.  Ahí hay errores que científicamente no se podrían sostener y, claro, te tienes que cuestionar qué tipo de ciencia es esta. Porque han querido ser la ciencia más integradora, hasta el punto de querer ser una ciencia física cuando, como mucho, sería una ciencia social; y si es una ciencia social, tendrá que preocuparse de quienes son los actores de la economía, que son las personas. ¿Qué ha ocurrido? Que han ganado la batalla los que querían hacer circular el mundo alrededor solo de la visión económica y de un capitalismo que es diferente del capitalismo industrial, porque es un capitalismo especulativo. Con la aquiescencia de toda la sociedad, probablemente porque no podía reaccionar, y por la mediocridad de las personas que dirigen el mundo, los banqueros y los políticos, los segundos dependientes absolutamente de los primeros. Y han ganado a partir de un proyecto fantástico que empezaron a diseñar con mucho éxito tras la caída del Muro.

"Sin cooperación, sin altruismo, sin valores como la empatía o la justicia,
es muy difícil que la humanidad se pueda sostener"



P. Alguien que no se siente libre en su ejercicio profesional difícilmente actuará con responsabilidad. ¿En un ámbito tan jerarquizado como el del trabajo se puede discrepar sin riesgo?

R. Evidentemente no con facilidad, pero creo que se ha podido discrepar siempre. Lo que ocurre es que esa discrepancia, que surgió precisamente del capitalismo más industrial como consecuencia del movimiento sindical, quizá había llegado demasiado lejos, y eso es lo que han querido que se cortara. Y ahora, efectivamente, la gente no puede discrepar. Si hay una legislación laboral que permite hacer un contrato por un día, evidentemente los derechos están muy reducidos y entonces la discrepancia es muy pobre. ¿Qué es lo que se está intentando? Que la gente tenga su propia dinámica, que sea emprendedora, que es otra de las cosas que defendemos. Pero ¿emprendedora en qué y cómo? Se están produciendo ciertos éxitos. Es una cuestión que se abre como una especie de selección en un entorno muy competitivo: unos proyectos que salen, otros que mueren. Pero este no es el concepto que explica cómo ha evolucionado la humanidad; lo sabemos y lo tengo cada vez más claro. La humanidad ha evolucionado por cooperación, por altruismo. Se han hecho errores interpretativos precisamente desde la economía, que quería pensarse desde la evolución y la selección natural. Pero sin cooperación, sin altruismo, sin valores como la empatía o la justicia, es muy difícil que la humanidad se pueda sostener.

P. ¿Los planes de responsabilidad social corporativa son herramientas eficaces o representan una moda a la que apuntarse para quedar bien?

R. Totalmente de acuerdo; es una moda. Lo recibimos con enorme interés y quisimos que se aplicara en nuestras enseñanzas de ética. Pero la experiencia, como la propia decepción que sienten profesionales de este campo que han colaborado con nosotros, muestra que se ha convertido en una moda, en una coartada. Lo mismo que quieren hacer ahora con la ética. Las escuelas de negocio han incorporado la ética sin dudarlo, y lo han hecho a partir de esta crisis sistémica en que estamos inmersos; pero, claro, la utilizan para sus medios y, por tanto, es una ética, en mi opinión, enormemente peligrosa. Lo que me ha molestado también es que el sector universitario español público haya sido tan reticente a incorporar estas cuestiones. En cambio, las escuelas de negocio de aquí, esas que se dice que son muy buenas y encabezan los rankings internacionales, fueron adoctrinadas por las americanas para que introdujeran rápidamente la ética.


EL VALOR DEL CAPITAL HUMANO


“Mi vida no es ni mucho menos corta, pero de todas mis experiencias, esto es de lo más rico que he tenido jamás”, asegura Emilio Muñoz sobre su trabajo con los estudiantes de la ETSI de Minas y Energía de la UPM. Deja caer la confesión tras evocar la profunda impresión que le causan muchos de los “diarios de campo” escritos por los alumnos que participan en unas prácticas mediante las que ayudan a personas desfavorecidas. “Ha habido ahí reflejos absolutamente emocionantes y que indican cuánto han ganado como seres humanos”, afirma.

Estas prácticas de campo forman parte de la actividad formativa Aprendizaje Servicio, incluida en el catálogo general de la UPM, y constituyen la iniciativa de la que se sienten más orgullosos en la Unidad de Emprendimiento Social, Ética y Valores en la Ingeniería (UESEVI), que ha diseñado un conjunto de actividades que permite a los alumnos cubrir todos los créditos de libre disposición. Son los propios estudiantes quienes hablan con los colectivos elegidos, como es el caso de una asociación cercana a la Escuela que agrupa a mujeres inmigrantes desempleadas: les preguntan cuáles son sus necesidades, diseñan cursos de formación específicos para ellas y les motivan para que acudan a las clases.

Aprendizaje Servicio viene a ser la parte práctica de otra actividad formativa que se imparte en la unidad, rebautizada este curso como Emprendimiento e Innovación Social, Interéticas y Valores. Aquí se habla de la realidad, de qué está ocurriendo en el momento, desde el papa Francisco a las minas de Congo, siempre con el medioambiente y la sociedad como hilo conductor. La idea es abrir muchos debates para que los estudiantes puedan preguntar lo que quieran. Con lo que absorben en estas clases y en un curso de innovación social y creatividad que reciben, deciden qué proyecto de emprendimiento social desean realizar. Mayoritariamente, por una razón de cercanía, eligen un tema relacionado con su Escuela; detectan algo que les disgusta y exponen el problema y la solución al equipo directivo del centro. Así han conseguido una sala donde poder tomar la comida traída de casa, ampliar el espacio disponible en el patio o la próxima puesta en marcha de una asociación de idiomas formada por los propios alumnos.

Para el director técnico de la unidad, el trabajo desarrollado por los estudiantes (que tienen también la posibilidad de actuar como “mentores” o “monitores” de otros compañeros) y el testimonio de sus experiencias ponen de manifiesto “que es la propia sociedad la que se está enfangando” en la medida en que “no cuenta con el capital humano”. La “crisis de valores” que padecemos, se lamenta Emilio Muñoz, alcanza a la consideración de este recurso esencial, “que se está despreciando también, cuando en otras épocas fue muy valioso”.