'La ingeniería española y el Canal de Suez'

La UPM organiza una exposición sobre la obra civil más importante del siglo XIX, que despertó un gran interés en nuestro país.

07.11.12                                                                                                      vídeoVer vídeo

La Universidad Politécnica de Madrid (UPM) dedica una exposición, La ingeniería española y el Canal de Suez, a la que fue la obra pública más importante del siglo XIX.  La trascendencia histórica que supuso la apertura de esta vía de navegación entre el Mediterráneo y el mar Rojo a través del desierto egipcio es comparable a las formidables dificultades técnicas que exigió su construcción, a las que se unieron no pocos escollos políticos y económicos. La muestra, organizada por el Servicio de Biblioteca Universitaria, reseña la relación de España con esta magna obra, que despertó un gran interés en nuestro país. Podrá visitarse en el vestíbulo del Paraninfo, en el edificio A del Rectorado, hasta el 10 de diciembre. Después de esa fecha iniciará un periplo por otros Centros de la UPM.

En la presentación de la exposición, el rector, Carlos Conde, mencionó algunas de las muchas vicisitudes que jalonaron el proyecto y ejecución del Canal de Suez.  “Es una historia que parece de novela”, manifestó. También se refirió a los vínculos de varios españoles con el canal, que se recogen en la exposición a través de libros y documentos procedentes de los fondos bibliográficos de la UPM, así como del Archivo General de la Marina Alvaro de Bazán. Entre todos destaca la figura de Nemesio Artola, quien participó desde el principio en las obras y llegó a ser responsable del personal y de la maquinaria. El ingeniero civil Cipriano Segundo Montesino también tuvo un papel relevante como miembro de la Comisión Técnica Internacional para el Estudio y Construcción del Canal. Su obra Rompimiento del istmo de Suez se publicó dos años antes del inicio de las obras.

Un comienzo sin ceremonias

En la mañana del 25 de abril de 1859 cuatro buques mercantes empezaron a descargar junto al delta del Nilo los suministros para empezar la construcción. Al frente del proyecto se encontraba el diplomático francés Fernando de Lesseps, quien había conseguido de su amigo el bajá de Egipto, Mohamed Said, la concesión para la obra. Lesseps tomó una pala y excavó en la arena; a continuación, sus ingenieros y el centenar de obreros que formaban el grupo de pioneros se pasaron la pala y cada uno repitió el gesto. Así, en silencio, y sin ceremonias, empezó la construcción del canal.

El desafío era enorme, exigía mucho atrevimiento: había que excavar cien millones de metros cúbicos de arena antes de llegar al mar Rojo. El plan podía parecer sencillo sobre el papel, pues para el trazado se había aprovechado la línea de varios lagos (cuatro secos y uno pantanoso), de modo que se trataba de unirlos con tramos del canal y dejar que el agua corriera. Pero presentaba muchas dificultades, y la falta de agua potable constituía la más grave. Además, el terreno no era plano y había tramos de rocas.

La llegada de maquinaria pesada a partir de 1862 dio un impulso a la obra. Se diseñaron dragas mecánicas y excavadoras movidas por motores de vapor que se instalaron sobre barcazas. Permitieron un ritmo de excavación de dos millones de metros cúbicos de arena por mes. El día tan esperado, en el que las aguas del mar Rojo se mezclaron con las del Mediterráneo, llegó el 15 de agosto de 1869. El canal tenía originariamente 8 metros de profundidad, anchura mínima del fondo de 22 metros y anchura en superficie de 53 metros.

Inglaterra, la gran beneficiaria

La fastuosa inauguración oficial, con la presencia de la emperatriz de Francia, la española Eugenia de Montijo, se celebró el 17 de noviembre. Paradójicamente, Inglaterra, la potencia que más reticencias había mostrado a la construcción del canal por considerarlo una amenaza para su dominio de las rutas marítimas hacia Oriente, se reveló pronto como la gran beneficiaria. Ya el primer año de funcionamiento dos tercios de los barcos que circulaban por el canal eran ingleses.

España envió a la ceremonia de inauguración una delegación encabezada por Eduardo Saavedra, ingeniero de Caminos y entonces director general de Obras Públicas y Comercio. Desde el punto de vista político y económico, el canal favorecía los intereses españoles por cuanto acercaba una de sus colonias, Filipinas. Años después, entre 1884 y 1890, Saavedra formó parte de la comisión internacional que se constituyó para la ampliación del canal. En representación de la Armada, acudió la fragata Berenguela, de propulsión mixta hélice-vela. Fue el primer buque español que cruzó el Canal de Suez, si bien no lo hizo el mismo día de la inauguración, pues hubo que aligerar su carga para que pudiera pasar.


Cartel de la exposición Icono PDF