Leyes lingüísticas en la comunicación química: la tendencia a la brevedad

La comunicación entre seres vivos se realiza, en mayor parte, mediante sustancias químicas. Las leyes que rigen estos canales químicos de comunicación son todavía un misterio, pero una publicación, en la que participa un investigador de la Universidad Politécnica de Madrid, trata de profundizar en ellas

27.07.22

Aunque a los humanos nos llame más la atención todo lo audiovisual, la mayor parte de la comunicación que se da en los seres vivos de nuestro planeta se realiza mediante sustancias químicas. Sin embargo, las leyes que rigen estos canales químicos de comunicación siguen siendo, en gran medida, un misterio.  Ahora, en una reciente publicación en Biology Letters, investigadores han explorado, por primera vez en la comunicación química, una de las leyes lingüísticas más conocidas: la ley de brevedad de Zipf. En concreto, la publicación corresponde a los investigadores Antoni Hernández Fernández, de la Universitat Politècnica de Catalunya, e Iván González Torre, de la Universidad del País Vasco e investigador del Departamento de matemática aplicada a la ingeniería aeroespacial de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio (ETSIAE) de la Universidad Politécnica de Madrid.

La ley de brevedad de Zipf, o simplemente ley de brevedad, es la tendencia estadística a que las palabras más frecuentes, las más utilizadas, suelan ser más cortas. Constatada en las lenguas humanas, ¿se cumple la ley de brevedad en las sustancias que se emplean en la comunicación química (en los llamados infoquímicos o semioquímicos)? Hernández-Fernández y González Torre han analizado en su estudio la base de datos Pherobase, comprobando que en general sí es así: los infoquímicos más frecuentes en los ecosistemas, presentes en un mayor número de especies, tienden a ser cadenas de carbono más cortas. Ahora bien, hay una notable excepción cuando se agrupan los infoquímicos según su función: las feromonas.

Figura 1

Las feromonas son las sustancias químicas que se utilizan en la comunicación entre miembros de una misma especie, que se pueden contraponer a los aleloquímicos, o sustancias que se emplean en la comunicación entre diferentes especies, con funciones diversas en los ecosistemas (figura 1). Un mismo infoquímico puede tener diferentes funciones, es decir, puede ser utilizado como feromona por una especie, y a la vez por ejemplo ser un atrayente para otras (algo habitual para los depredadores de esa misma especie). Pues bien, en el estudio de Hernández-Fernández y González Torre las feromonas estadísticamente no cumplen la ley de brevedad.

Este hecho podría tener diversas explicaciones. Una de ellas es la necesidad de aumentar la complejidad de la sustancia y su longitud, al comunicarnos con los de nuestra propia especie, caso de las feromonas, en aras de que sea, pongamos por caso, más difícil para un depredador interceptar esa señal y, por tanto, devorarnos. Además, señalan González Torre y Hernández-Fernández que las feromonas no sean estadísticamente breves podría apoyar indirectamente la hipótesis del Handicap, enunciada clásicamente por Amotz Zahavi, de manera que los organismos podrían tender al derroche energético en las señales químicas, como estrategia de ostentación reproductiva.

Figura 2

Estas explicaciones quedan no obstante pendientes de trabajos futuros que corroboren los resultados de este estudio pionero. Son necesarios análisis concretos de los canales químicos de ecosistemas específicos pues, reconocen los autores, los datos de Pherobase mezclan ecosistemas diversos y permiten solo dar una perspectiva general.

En exobiología, la presencia de infoquímicos en las atmósferas de planetas lejanos podría ser una evidencia indirecta de la existencia de vida en aquellos mundos. Pero antes, ¿y si investigamos la comunicación química de nuestra desconocida Tierra? Parafraseando a Kipling, solo si empezamos a escuchar, la selva nos hablará.